(Clase del 1 de Noviembre del 2020)

Jesús, El hombre espiritual.

Continuamos con esta serie de estudio biblico titulada "Jesús, Ejemplo de Vida", cuyo objetivo general es "Entender como nuestro Señor vivió su espiritualidad"

Jesús, el Verdadero Siervo

Objetivo Específico: Aprender que es un Siervo para dios

“Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir...” (Marcos 10:45).

EJEMPLO DE SUFRIMIENTO

(Objetivo Específico: Entender que un siervo de Dios también puede sufrir)

sufrimiento de JesusUna de las facetas más difíciles de imitar, consiste en reproducir la gran capacidad que Jesús tuvo para asumir el sufrimiento desde una vida sencilla y altamente servicial.

Nos complace saber que el cristianismo se puede vivir en un estado de paz y gozo permanente. Sin embargo, en muchas ocasiones ese estado de felicidad se ve compartido inevitablemente con situaciones de sufrimiento. Y pese a esta gran paradoja, hemos de admitir que las dos experiencias contrapuestas resultan perfectamente compatibles.

Estamos de acuerdo en que Dios no desea el sufrimiento de nadie, pues éste no se aviene a los principios de su carácter bueno y santo. Pero, no obstante, sabemos que el pecado ha impregnado todo nuestro ser, y por ahora, hasta que no entremos en la eternidad, los cristianos transitamos por este mundo expuestos a sufrir sus nefastas consecuencias. Con todo, es preciso saber que Dios utiliza la aflicción en la vida del creyente como un medio útil para enderezar su corazón estropeado.

Según advertimos en el modelo del Maestro, en ninguna ocasión observamos que promoviera la teología de la diversión, pero asimismo tampoco contempló el sufrimiento como algo malo, sino como un instrumento que, visto desde la intervención divina, es capaz de transformar decisivamente el corazón del ser humano.

En este aspecto, la vida cristiana no consiste en querer alcanzar una sensación constante de irresponsable alegría. En muchas ocasiones el dolor y las experiencias amargas estarán presentes; aunque en ningún caso carecerán de significado, sino que lograrán un propósito especial en el proceso de madurez de todo cristiano fiel. Con este objetivo, la finalidad bíblica del verdadero discípulo se dirige hacia la formación del carácter de Jesucristo, procurando conseguir la impresión de una vida cada vez más parecida a su persona.

El ministerio de Jesús transcurrió por un camino doloroso, en un continuo devenir de sinsabores. Pocas fueron sus alegrías, y menos sus diversiones... Su mirada estaba puesta en el fruto de su dolor, esto es, en la salvación que su muerte traería al mundo. Con este pensamiento se nos insta a proseguir nuestro camino, aceptando los periodos de sufrimiento que no podamos evitar, como algo útil en manos de Dios.

1. El cáliz de sufrimiento

No está por demás traer a la memoria el sufrimiento que Cristo experimentó a lo largo de su vida, y en especial en el proceso que le llevó a la muerte, visto como ejemplo de amor sublime en el ministerio del Maestro. En este recuerdo, estamos obligados a poner un particular énfasis en aquellos momentos tan significativos, donde la entrega y muerte de Jesús en la cruz, representó la culminación de su amor manifestado de una forma verdaderamente práctica.

Y le golpeaban en la cabeza con una caña, y le escupían, y puestos de rodillas le hacían reverencias. Después de haberle escarnecido, le desnudaron la púrpura, y le pusieron sus propios vestidos, y le sacaron para crucificarle” (Marcos 15:19-20).

Recordemos que Jesús fue arrestado como un criminal para ser juzgado, y finalmente conducido a morir en la cruz, según la legislación romana.

Observamos en el texto, que antes de comenzar su camino hacia el monte Calvario, fue castigado duramente con una condena mucho mayor que la de los otros reos que le acompañaron en su muerte. Golpes, insultos, esputos, mofas, latigazos, además de la coronación de espinas, significó el pago de todo el bien que Jesús hizo al prójimo en el recorrido de su ministerio: «y le sacaron para crucificarle».

A la verdad, aunque profundizáramos con un espíritu de erudita investigación, no alcanzaríamos a comprender el grado de sufrimiento físico y espiritual que Jesús pudo experimentar; tomar la copa amarga que contenía el juicio de Dios, no fue precisamente un trago fácil de beber. Con este espíritu de sacrifico, Jesús prosiguió su camino, pese a las consecuencias tan dramáticas que tuvo que aceptar para conseguir nuestra salvación. De tal manera bebió el cáliz de sufrimiento por causa de nuestros pecados, pagando un precio muy alto: su propia vida.

Siguiendo el modelo presentado, podemos afirmar que todo aquel que quiera seguir las pisadas de Jesús, también se encontrará con un precio que habrá de pagar. Con todo, no sabemos dónde está el límite de nuestro precio; sólo Dios lo sabe. La pregunta surge sola: si Jesucristo pagó un alto precio por cumplir con el plan que Dios había diseñado para él, entonces, ¿qué precio estamos dispuestos a pagar para que también el plan de Dios se cumpla en nuestra vida?

2.- Enfrento el dolor

“Y le dieron a beber vino mezclado con mirra; mas él no lo tomó” (Marcos 15:23).

Se sabe que el vino mezclado con mirra ofrecido a los reos crucificados, les proporcionaba un efecto analgésico que les ayudaba a contrarrestar el sufrimiento experimentado en la cruz. Pero, observamos cómo Jesús, estando en profunda agonía, rechazó aquel mejunje que momentáneamente podría haber reducido aquellos dolores tan intensos. Él no quiso beberlo, y con toda razón, porque para que no exista ninguna duda de la gratuidad de nuestra salvación, el buen Pastor asumió de forma completa el grado de aflicción que correspondía al pago de todos nuestros pecados.

Contrario al ejemplo del Maestro, no son pocos hoy los cristianos que quieren escapar de su destino, intentando compatibilizar el cristianismo con la vida de comodidad, sin estar dispuestos a beber ni una gota de la copa amarga de sufrimiento que conlleva ser discípulo de Jesús... En lo que atañe a nuestro vida personal o ministerial, aceptemos de buen grado los momentos de dolor que nuestro Padre celestial tenga programado para nosotros, en su permisiva voluntad; pues si Dios nos pone la prueba, también de manera conjunta nos da la salida para que podamos sobrellevarla, según reza la Escritura Sagrada.

Extrayendo la presente enseñanza, también los discípulos de Cristo deberán abstenerse de beber cualquier ungüento que haga tropezar su misión en la tierra, y por ende el cumplimiento estricto de la providencia divina; aun cuando ese ungüento pudiera reducir cualquier padecimiento momentáneo: «mas él no lo tomó».

No pretendamos huir del sufrimiento de manera ilícita, ya que éste forma parte del programa especial de Dios para cada cristiano fiel. Antes bien, el verdadero discípulo habrá de someterse a la guía del Espíritu, y seguir así con el plan divino.

3.- Queda desamparado

“Dios mío, Dios mío, ¡por qué me has desamparado (abandonado, alejado, apartado de mí)!” (Marcos 15:34).

El término desamparado, expuesto en el versículo bíblico, denota el momento existencial más angustioso que nuestro buen Señor experimentó, es decir, el sufrimiento en su máximo grado de expresión a causa de nuestras iniquidades. El abandono que Jesús sintió por parte de Dios, es equiparable al más grave castigo que el pecador pudiera soportar en el infierno (lugar de desamparo).

Atendamos a la enseñanza, porque el gran «desamparo» que Jesús experimentó, no fue producido sólo por el dolor físico de los clavos, además del previo castigo que tuvo que soportar; como tampoco psicológico: por la vergüenza, el menosprecio, la burla y el odio de sus conciudadanos. Sino que, en esos momentos tan intensos, el alma de Jesús sufrió los látigos de la condenación eterna. La idea es bastante concisa: Dios cargó el pecado de la Humanidad sobre su ser. Y porque Dios es santo, y no puede tener ninguna relación con el pecado, entonces tuvo que apartarse de su Hijo Jesucristo, siendo en esa condición donde Dios derramó su justicia divina sobre él. De tal manera Jesús soportó el justo Juicio de Dios en nuestro lugar.

Este ejemplo citado es imposible de imitar, en su significado más esencial, puesto que la obra de Jesús en la Cruz es del todo insustituible. Sin embargo, su entrega ejemplar siempre quedará impresa en nuestros corazones, como el mayor acto de amor que jamás hombre alguno haya mostrado a través de la Historia. Así, aquellos instantes tan especiales, nos servirán de modelo ejemplar para poder comparar, con el amor de Cristo, nuestro grado de amor hacia los demás.

Por otro lado, al igual que aconteció en el monte Calvario, aunque no en el mismo aspecto salvador, tal vez podemos sentirnos en ocasiones desamparados de la mano de Dios. Y es del todo lícito preguntarse el porqué. Pero no podemos desconfiar de nuestro buen Padre, pues así como ocurrió en la vida de Jesús, también los momentos de aparentes desamparos están incluidos en su especial destino para el discípulo de Cristo. De todas maneras, Jesús fue desamparado por el Padre celestial, para que nosotros seamos amparados por Él.

4.- Jesús Murió

“Más Jesús, dando una gran voz, expiró” (Marcos 15:37).

Ésta fue la última expresión verbal de Jesús, después de sus terribles padecimientos en la Cruz. Con ella el Maestro acabó su labor en esta tierra, completando hasta la muerte la comisión determinada por el Padre. El gran gemido final de Cristo marcó la perfecta tarea ya completada, y finalmente no había más que añadir en la obra de la Salvación.

Reflexionando sobre aquella situación histórica, deducimos que la muerte de Jesús seguramente acabó con la esperanza de muchos. ¿Quién iba a creer en el mensaje de un crucificado? ¿Qué atractivo poseía un sentenciado a muerte y crucificado en manos de los romanos? El Jesús rey derrotado en la cruz (en apariencia), fue injustamente rechazado... De igual forma como le ocurrió al Maestro, muchos también verán a sus discípulos como personas derrotadas por la «religión». La cruz de Cristo sentencia a muerte a todo cristiano verdadero: a la muerte de este mundo. Con esta condición, la nueva vida triunfante se mantiene escondida juntamente con la vida del Maestro, y no para crearnos incertidumbre, sino para poder disfrutar de la poderosa vida de resurrección con él.

Atendamos a la enseñanza, porque el final de su ministerio representó el principio del nuestro. Por ello, hacemos bien en considerar lo más importante de nuestro paso por esta tierra, esto es, cumplir con el programa establecido por Dios, al igual que Jesús lo cumplió en su vida, hasta el final, hasta la muerte: «Mas Jesús, dando una gran voz, expiró».

Jesús murió habiendo completado la obra que el Padre le encargó. Y aunque como hemos afirmado, en ningún caso podemos morir por los pecados de la Humanidad, se espera que por lo menos no lleguemos al instante de nuestra partida, en el mismo lecho de muerte, a lamentarnos por no haber sabido aprovechar el tiempo y las oportunidades para servir a Dios, así como a nuestro prójimo. Estemos seguros, pues, de que aquello que va a prevalecer en la eternidad, por la gracia divina, es la labor que para Dios podamos hacer hoy.

Recibamos con solicitud la instrucción práctica del Maestro, y mantengamos una actitud valiente, para que habiendo acabado la obra que nos fue encomendada por Dios, sea ésta grande o pequeña, en el final de nuestros días podamos exclamar como Jesús: «Consumado es».

5 ¿Qué nos dice a nosotros?

El mundo os aborrecerá (Juan 15:18-20)
18 Si el mundo os aborrece, sabed que a mí me ha aborrecido antes que a vosotros.
19 Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero porque no sois del mundo, antes yo os elegí del mundo, por eso el mundo os aborrece.
20 Acordaos de la palabra que yo os he dicho: El siervo no es mayor que su señor. Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán; si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra.

Juan 16:33 “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo.”

El sufrimiento en las manos de Dios, es el fruto de nuestra gloria futura.